lunes, 28 de noviembre de 2011

Rio Claro

Aún tengo frescos los recuerdos de esa caminata eterna
pisando las piedras, saltando las venas del río, mirando los arboles
y los cerros que rodeaban ese paisaje que me encantó.

Al empezar parece un feo riachuelo seco, como tantos de la sexta región
un lejano recuerdo de lo que fue un imponente brazo de agua que bajaba desde lo alto
pero tras los pasos se descubre un multifacetico panorama que tiene entre sus aguas
algunas playas, lagunas y acantilados que enamoran.

Fue la primera vez que cargaba mi mochila roja tanto rato
mis hombros pedían descanso y la sed hacía detener la marcha cada cierto tiempo
los arboles daban la bienvenida a un novato enamorado del verde y las aguas
y el sol iluminaba el resto de tarde que se esfumaba adelante mientras buscaba algún lugar para pedir prestado como casa un par de noches.

Rio Claro me enseñó que las luces por más que iluminen, no dejan ver la verdadera belleza de las noches que aparecen sobre nosotros. Que el brillo de las estrellas y la luna pueden ser más potentes que la Torre Eiffel en año nuevo.

El sol del alba renueva las energías más que cualquier vitaminico, el agua de vertiente es más pura que cualquier blanco y la vida es más plena que en cualquier hotel.

Todos debieran alguna vez cada cierto tiempo refugiarse en los brazos de la Pachamama y encantarse con el suelo y el cielo, bajar de las micros, salir del metro, dejar su cama y teléfono.

Encontrarse frente a frente con lo más lindo que existe en el mundo, lo que el hombre no ha creado.



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